Tratamiento médico para el síndrome piramidal
El tratamiento médico convencional del síndrome piramidal tiene como objetivo principal reducir la inflamación y aliviar el dolor generado por la compresión del nervio ciático a nivel del glúteo. Para ello, se suelen recetar antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), relajantes musculares y, en algunos casos, analgésicos. Estos fármacos pueden ofrecer alivio en las fases agudas, especialmente cuando el dolor impide moverse con normalidad o afecta al sueño.
Sin embargo, es importante entender que este tratamiento no corrige la causa real del problema: el acortamiento, contractura o sobrecarga del músculo piriforme. Por eso, aunque la medicación puede ayudar a calmar los síntomas, no es una solución a largo plazo si no se acompaña de un abordaje funcional que libere al nervio, corrija la biomecánica pélvica y mejore el equilibrio muscular.
El uso de medicamentos debe ser puntual y estratégico, no una dependencia crónica. Aquí te explicamos qué opciones existen y cómo integrarlas correctamente dentro de un plan más amplio.

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Antiinflamatorios y relajantes musculares: alivio temporal en la fase aguda del síndrome piramidal
En las primeras etapas del síndrome piramidal, cuando el dolor es agudo e interfiere con las actividades diarias, el médico puede prescribir AINEs como ibuprofeno, naproxeno o diclofenaco, que reducen la inflamación de los tejidos afectados. También pueden usarse relajantes musculares (como el diazepam o el ciclobenzaprina) para disminuir el espasmo del piriforme y facilitar el reposo.
Estas medidas suelen dar alivio en pocos días, pero es fundamental no prolongar su uso más de lo necesario, ya que pueden generar efectos secundarios (gástricos, hepáticos, somnolencia, etc.). Además, si el paciente no comienza paralelamente un trabajo de movilidad, estiramiento o corrección postural, el dolor reaparecerá al suspender la medicación.
Por eso, estos fármacos deben usarse como un apoyo puntual, nunca como única estrategia. El dolor es solo la punta del iceberg: el tratamiento efectivo requiere liberar al nervio desde su origen, y eso no se consigue solo con pastillas.
Infiltraciones para el síndrome piramidal: cuándo se indican y qué resultados dan
En los casos más persistentes o cuando el dolor es muy limitante, el especialista puede recurrir a infiltraciones con anestésicos locales y corticoides en la zona del músculo piriforme. Esta técnica busca reducir la inflamación local y “resetear” el espasmo muscular, aliviando la compresión del nervio.
El alivio suele ser rápido y, en muchos casos, significativo. Sin embargo, el efecto es temporal, y si no se acompaña de una reeducación del movimiento, el dolor suele volver. Además, estas infiltraciones deben aplicarse con guía ecográfica o por profesionales con experiencia, ya que el área es profunda y cercana al nervio ciático.
Las infiltraciones no son peligrosas si se usan con criterio, pero no deben repetirse con frecuencia, ya que pueden dañar los tejidos y enmascarar el problema real. Se consideran una herramienta útil en casos específicos, sobre todo cuando el dolor impide iniciar otras terapias activas.
¿Por qué el exceso de inactividad puede empeorar el síndrome piramidal?
Una recomendación habitual cuando hay dolor intenso es “guardar reposo”. En el caso del síndrome piramidal, esta indicación debe aplicarse con mucha precaución. Estar en reposo total durante días puede aumentar la rigidez del músculo, perpetuar el acortamiento del piriforme y aumentar la sensibilidad del nervio.
Lo más recomendable es el reposo relativo: reducir temporalmente las actividades que generan dolor (como ejercicios de alto impacto, largas caminatas o estar muchas horas sentado), pero mantener el cuerpo en movimiento suave, con ejercicios de movilidad pélvica, caminatas cortas y respiración profunda.
El movimiento controlado favorece la desinflamación, mejora la circulación y ayuda al sistema nervioso a salir del estado de alarma. La clave está en saber qué tipo de movimiento sí conviene hacer y cuándo es el momento de reactivar la zona sin miedo.
¿Cuándo consultar a un especialista? Dolor persistente, irradiado o que limita tu vida diaria
Si el dolor en el glúteo lleva más de dos semanas sin mejorar, se irradia hacia la pierna y limita tu vida diaria, es momento de consultar a un especialista en medicina del dolor, fisiatría o neurología. Ellos pueden confirmar el diagnóstico y proponer estrategias médicas más específicas, como infiltraciones guiadas, bloqueos nerviosos o derivación a fisioterapia especializada.
Además, si ya se han probado antiinflamatorios y ejercicios sin resultados, conviene reevaluar el diagnóstico funcional y descartar causas asociadas como disfunciones sacroilíacas, bloqueos articulares o desequilibrios posturales más complejos.
El tratamiento médico tiene su lugar, pero no debe reemplazar al abordaje integral. Un buen profesional no solo calma el dolor, sino que te ayuda a entenderlo y a recuperar la confianza en tu cuerpo. La combinación de terapia médica puntual y estrategia funcional activa es lo que realmente transforma la evolución del síndrome piramidal.


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