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Síndrome piramidal que no se quita con fisioterapia, ¿por qué sigue doliendo?

Muchas personas que sufren síndrome piramidal acuden a sesiones de fisioterapia buscando aliviar el dolor en la nalga y la pierna. Y aunque algunas mejoran inicialmente, no son pocos los casos en los que el dolor persiste o vuelve al poco tiempo, a pesar del tratamiento físico. Esta situación genera frustración, dudas y muchas veces lleva al paciente a pensar que su problema “no tiene solución”. Pero, ¿y si el motivo de que no mejore no es un fallo del tratamiento, sino que se está abordando solo una parte del problema?

En este artículo te explicamos por qué la fisioterapia puede no ser suficiente por sí sola para resolver el síndrome piramidal, y qué otros factores es necesario tener en cuenta para lograr una mejoría duradera.

¿Por qué la fisioterapia no resuelve el síndrome piramidal en todos los casos?

La fisioterapia clásica es muy eficaz para tratar contracturas musculares, mejorar la movilidad y aliviar tensiones físicas. Sin embargo, cuando se trata de un dolor que tiene un origen más profundo, como ocurre en muchos casos de síndrome piramidal, el tratamiento local puede quedarse corto.

Uno de los errores más frecuentes es pensar que el dolor en la nalga o la pierna se debe únicamente a una mala postura, una sobrecarga o una disfunción biomecánica. Si bien estos factores existen y deben corregirse, no explican por sí solos por qué el músculo piramidal se contractura una y otra vez, incluso después de semanas de tratamiento físico.

En otras palabras: si el músculo sigue recibiendo señales internas de tensión o irritación, por mucho que lo estiremos o lo trabajemos manualmente, volverá a contracturarse.

¿Qué puede estar causando el dolor si no es solo una contractura?

Aquí es donde el enfoque de la fisioterapia integrativa, como el que propone Fiit Concept, aporta una visión más amplia. Según esta mirada, el cuerpo no se limita a estructuras físicas, sino que está en constante relación con el sistema nervioso, las emociones y el estado de los órganos internos.

En el caso del síndrome piramidal, hay varias causas ocultas que pueden estar manteniendo el dolor:

¿Puede un problema digestivo reflejarse en la nalga?

Sí, y más frecuentemente de lo que se piensa. El intestino grueso, cuando está inflamado o funciona mal, puede reflejar contracturas en la musculatura profunda de la pelvis. Por eso, personas con estreñimiento crónico, gases, disbiosis intestinal o digestiones pesadas pueden desarrollar tensión en el músculo piramidal sin necesidad de haber hecho ningún esfuerzo físico.

Desde el punto de vista reflejo, cuando un órgano se irrita o inflama de forma persistente, puede enviar señales al sistema nervioso que provocan respuestas musculares en zonas concretas. Este es uno de los motivos por los que, aunque se relaje el músculo, el dolor vuelve: el origen sigue activo en otra parte del cuerpo.

¿Las emociones pueden influir en este dolor?

Sin duda. El síndrome piramidal se da con frecuencia en personas que acumulan tensión emocional, especialmente si no encuentran formas saludables de canalizarla. La rabia contenida, la frustración o la sensación de carga excesiva suelen ser emociones muy presentes.

Estas emociones activan el sistema nervioso autónomo, el mismo que regula tanto las vísceras como los músculos profundos. Si el sistema nervioso interpreta que hay una amenaza constante (aunque sea emocional), puede mantener en estado de alerta músculos como el piramidal, generando un dolor crónico que no mejora solo con terapia física.

Muchas veces, el dolor actúa como una llamada del cuerpo a revisar la forma en la que estamos viviendo o enfrentando ciertas situaciones. Si no se escucha ese mensaje, los síntomas tienden a mantenerse.

¿Y si el problema no está solo en el músculo, sino en la persona?

Este es uno de los ejes fundamentales del enfoque integrador. En lugar de ver el cuerpo como una suma de partes, se propone entender que el dolor es una manifestación de un desequilibrio más global.

El músculo piramidal puede estar contracturado, sí. Pero si esa contractura es el resultado de un intestino irritado, de un conflicto emocional no resuelto, de una rutina sedentaria sin pausas o de una alimentación inflamatoria, entonces centrarse solo en el músculo es como secar un charco sin reparar la fuga que lo causa.

Por eso hay personas que han probado decenas de tratamientos, estiramientos o masajes sin éxito. No es porque estén haciendo algo mal, sino porque faltan piezas del puzzle.

¿Qué se puede hacer cuando la fisioterapia no da resultados?

En estos casos, lo ideal es ampliar el enfoque y buscar una solución más integral, que tenga en cuenta:

  • El estado del sistema digestivo: revisar la alimentación, evaluar si hay inflamación intestinal, gases, estreñimiento o intolerancias alimentarias.
  • La historia emocional reciente: detectar conflictos no resueltos, cambios vitales, pérdidas o situaciones que generan tensión interna.
  • El nivel de sedentarismo y las posturas mantenidas: incorporar pausas activas, ejercicios de movilidad pélvica y activación del glúteo medio.
  • El uso de plantas medicinales y nutrientes que ayudan a relajar la musculatura desde dentro, regulando el sistema nervioso y desinflamando las vísceras implicadas.

Estos elementos son parte del abordaje que se ofrece en el marco de Fiit Concept, con una combinación de comprensión emocional, corrección de hábitos, alimentación terapéutica y ejercicios adaptados.

¿Puede el dolor desaparecer por completo?

Sí, pero no siempre con un único tratamiento. Cuando el dolor se ha vuelto crónico o se ha tratado de forma parcial durante mucho tiempo, el cuerpo necesita un proceso de reequilibrio más profundo. Este proceso puede requerir revisar viejos hábitos, soltar cargas internas o cambiar la forma en que se responde al estrés.

Lo importante es entender que el dolor es reversible. El músculo piramidal no está dañado de forma permanente, pero hay que dejar de enviarle señales de tensión desde dentro. Cuando el cuerpo recupera su equilibrio, el dolor desaparece sin necesidad de forzarlo.

Conclusión

Si llevas semanas o meses yendo al fisioterapeuta por un síndrome piramidal que no mejora, tal vez ha llegado el momento de mirar más allá del músculo. El dolor puede estar reflejando una sobrecarga emocional, un problema digestivo o una forma de vida que te está pidiendo cambios.

No se trata de dejar la fisioterapia, sino de complementarla con una comprensión más amplia del cuerpo y sus mensajes. Cuando entiendes por qué el dolor está ahí y actúas en consecuencia, la recuperación deja de ser una lucha y se convierte en un proceso de transformación personal.

Una buena guía, como la que planteamos en nuestro Programa para el Tratamiento del Síndrome Piramidal, puede ayudarte a ver con claridad lo que está en la raíz de tu dolor y ofrecerte herramientas concretas para abordarlo desde todas sus dimensiones. Porque muchas veces, lo que más alivia no es un masaje, sino entender por fin qué está pasando dentro de ti.

Junio 09, 2025

Junio 09, 2025

Albi